viernes, 13 de febrero de 2015

El amor y sus ingredientes









Los ingredientes del amor y el deseo

El amor ha sido y sigue siendo una de las principales metas del ser humano para alcanzar la felicidad. El amor es un sentimiento tan complejo que resulta difícil hasta encontrar palabras para describirlo, y aunque filósofos y poetas le han puesto adjetivos, en realidad sus ingredientes están todavía siendo tema de discusión. La teoría moderna del amor de pareja que mayor aceptación tiene todavía hoy la propuso Sternberg en 1988. Este investigador determinó que el amor de pareja consta de tres componentes necesarios para que la relación sea plena y satisfactoria:

  1. La intimidad. Se refiere con ello a sentirse comprendido, apoyado, sentir un vínculo y una conexión, tener confianza y conocimiento mutuo. Deseamos el bienestar del otro, sentimos felicidad junto a esa persona, deseamos compartir tiempo, actividades, amistades, aficiones,…
  2. El deseo. Entendido como pasión, anhelo, apego, atracción e interés, sentimiento de pertenencia, búsqueda de placer y deseo sexual. Hace que deseemos el contacto físico con esa persona, abrazos, caricias, besos… Este deseo no implica posesión ni dependencia, sino un apego saludable que da vivacidad a la relación.
  3. El compromiso. Este ingrediente se refiere a la intención de continuar con la relación, a que ésta sea duradera, y hacer lo posible para que así sea. Aporta seguridad, estabilidad y lealtad a la relación. De no existir este compromiso estamos ante una relación inestable con incertidumbre y malestar. Es el deseo de compartir un proyecto de vida en común y que éste tenga perdurabilidad.
Si faltara alguno de los tres elementos la relación no podría definirse como plena.

¿El deseo muere con el tiempo?

El deseo es uno de los tres componentes esenciales del amor de pareja y ha sido también motivo de preocupación y análisis por la percepción de que pueda verse alterado por el paso del tiempo. Por ello, desde la Psicología se han venido realizando muchos estudios estadísticos longitudinales (entrevistando a las mismas personas/parejas a lo largo del tiempo para conocer su evolución) y transculturales. 
La conclusión de estos estudios es cuanto menos sorprendente: El deseo no muere con el tiempo. Puede morir, pero por otras causas.
Si bien es verdad que lo más habitual en las parejas que llevan largo recorrido es que el deseo no sea tan intenso ni sintamos ese torbellino de emociones como al inicio de la relación, lo cierto es que ese deseo no tiene porqué haber desaparecido.
La explicación es desde el punto de vista biológico totalmente comprensible. Al inicio de cualquier relación amorosa pasamos por una etapa de mucho estrés, estamos continuamente alerta para gustar al otro, para ser deseable, para satisfacerle, escucharle, conocerle… solemos confundir esa activación debida al estrés con el deseo, pensando que el deseo siempre tiene que estar asociado a activación, nerviosismo, cosquillas en el estómago, sudores, enrojecimiento, etc. Con el tiempo este estrés va desapareciendo y el deseo adquiere un carácter más sosegado, pero igual de intenso y satisfactorio.
El deseo puede permanecer aletargado por la habituación, las rutinas del día a día, las preocupaciones, pero puede volver a avivarse.
El deseo no muere con el paso del tiempo.

Cuando falta algún ingrediente...

La pareja inestable, es aquella en la que hay intimidad y deseo, pero falta el compromiso, tiene problemas para establecer proyectos comunes. Aunque puede que disfrute del día a día, no son capaces de programar un futuro en común.

La pareja superficial es aquella en la que existe el deseo y el compromiso, pero no la intimidad. No comparte la confianza, el apoyo emocional y las confidencias, sino que cada uno lo busca en un amigo íntimo. Puede ser una pareja con proyectos de futuro, pero carente de profundidad y de confianza plena.

La pareja compañera se caracteriza por la estabilidad y la intimidad, pero carece del deseo, porque se ha adormecido o porque nunca lo hubo. Falta la sensación de apego y vivacidad, de búsqueda de placer con el otro. Algunas frases típicas: “Es muy buen hombre”, “Es la madre de mis hijos”, “ Siempre me apoya”… En este tipo de relación es habitual que haya relaciones extramaritales esporádicas.

La pareja completa es aquella que tiene de los tres componentes, en mayor o menor medida, creando un lazo emocional de estabilidad y bienestar, con sus momentos mejores y peores, pero con la intención de trabajar conjuntamente para superarlo todo.





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